sábado, marzo 5

Llegó la hora.

Desde mañana se acabó lo que se daba, la velocidad máxima en España no puede ser superior a los 110 km/hora. Esta y otras más son las medidas que ha tomado el gobierno para ahorrar energía. Cambiar y disminuir el alumbrado público, apoyar el cambio de neumáticos mediante subvenciones, mayor uso de la bicicleta etc, etc. Pero ha sido el tema de la velocidad máxima el más controvertido en la opinión publica y especializada; ni el mismísimo Fernando Alonso un asturiano bicampeón del mundo de Formula 1 y actual piloto de la escudería Ferrari comparte la disminución de la velocidad y teme que mucho nos quedemos dormidos al volante en las rectas largas de las autopistas.

Algún político suspicas ha comparado la situación que vivimos aquí con las medidas que se tomaban en nuestra tierra. Para bien o para mal los que hoy vivimos en esta parte del mundo estamos vacunados contra el ahorro de energía y esto nos parece pecata minuta. Debo reconocer que la primera vez que pude tomar una autopista y sobrepasar los 120 ó 140m km/hora las piernas me temblaban. Acostumbrado a nuestras velocidades máximas por temor a perder una rueda u otra parte del carro o a que literalmente se defondara en uno de nuestros apocalípticos baches, aunque hoy nos obligaran a ir a 90 no seria gran trauma.

La velocidad del mundo se rentaliza, el encarecimento del barril de petróleo planea sobre nuestras cabezas, aunque tendría que ser más importante la situación de la gente que vive en las tierras de donde emana. España y Cuba tienen en común la alta dependencia del petróleo foráneo como fuente de energía y en diferentes circunstancias y épocas enfrentarse a restricciones siempre resulta difícil. Desde nuestras oscuras calles en el viejo Santiago no podíamos imaginar que el futuro puede ser igual para otros y que nadie esta exento de sufrir en un momento dado similares circunstancias.

En una época donde el tren de alta velocidad se impone, y los coches o carros son más potentes no podemos dejar en el banquillo al carruaje de caballos, o a la vieja locomotora de vapor y si fuera preciso enseñar a los españoles que el quinqué o la chismosa son buenos compañeros de viaje en una fría noche. En estos menesteres los cubanos somos los aventajados de la clase y si la madre patria nos necesita aquí estamos.

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