lunes, junio 29

A Santiago también llegó.

Recientemente alguien en la familia nos trajo el recuerdo de un producto que aunque en apariencia no se vincula a la cocina siempre estaba en ella como enemigo cual asecha a su víctima. Era un momento terrible en nuestra niñez ver a la abuela cuchara en mano y con aquel pomo odiado en la otra, es el sabor más desagradable que asoma en los recuerdos. Hacia muchos años que no escuchaba hablar de el y al indagar un poco descubrí que mantiene su vigencia como el primer día, aunque para mi placer hoy se presenta en el mercado farmacéutico matizado con sabores y hasta en forma de perlas o cápsulas.

El aceite de hígado de bacalao proveniente por lo general de Noruega- es uno de los aceites de pescado que desde el siglo dieciocho se ha venido usando popularmente como digestivo y como estimulante del apetito, también en las enfermedades asociadas con desnutrición y en la artritis. Una firma neoyorquina de químicos farmacéuticos –Scott & Bowne- empezó a comercializarla en los Estados Unidos bajo el nombre de Emulsión de Scott, presentando en su empaque el dibujo de un hombre –vestido de pescador o marino ¿noruego? - que carga en sus espaldas un enorme bacalao. Phillip Hall –financista que les había comprado la compañía Beecham a los herederos del fundador- adquirió la licencia, por lo que desde entonces la Emulsión de Scott ha pertenecido a esa empresa y a las que han resultado de sucesivas fusiones, llegando a la actual Glaxo-SmithKline del Reino Unido. Con el descubrimiento de las vitaminas, a principios del siglo XX se empezó a destacar su alto contenido natural de vitaminas A y D.


Los beneficios de aceite de hígado de bacalao se deben a su contenido de omega 3; esto es, para su mente, su sistema circulatorio, anti-inflamatorios, etc.; más los beneficios propios de las vitaminas A y D.

¿Lo recuerda usted?

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